"A mí me gusta que haya congruencia entre lo que pienso y lo que hago para poner mi granito de arena y apoyar las soluciones limpias para conservar el planeta’, así de claro lo deja Rosibel Solano Montero cuando le preguntamos por qué había decidido comprar un calentador de agua solar y un sistema fotovoltaico.

Esta bióloga, profesora del Colegio Técnico Profesional San Isidro y la Universidad Latina es una ambientalista convencida que no se limita a separar la basura de su casa para futuro reciclaje y a crear consciencia ambiental dentro de su familia y fuera. Es tan fiel a sus convicciones que incluso maneja un carro hibrido; un carro que funciona con energía eléctrica autogenerada o gasolina según las condiciones. ‘Hace falta introducir la energía limpia para no estar pendiente del petróleo; el petróleo hay que importarlo porque no lo tenemos. ¡Pero sobra el sol aquí!"

Inversión ambiental y económica

En su decisión de comprar un calentador de agua y paneles solares también influyó el factor económico: hacer una inversión para salir ganando. Confiesa que solía tener una factura eléctrica que rodeaba los 100.000 col. al mes. ‘Pero cuando empezamos a utilizar el calentador de agua pasó a ser 60.0000 colones y desde la puesta en marcha de los paneles solares en julio ya hemos recibido dos facturas del ICE; en la primera bajamos de 60.000 a 10.000 colones y con la última sólo nos tocó pagar la cuota mínima o sea 2.700 colones. Esperamos recuperar la inversión en unos 4 años’.

La señora Solano Montero observa que desgraciadamente una inversión de 5 millones como la suya sigue siendo una inversión muy grande para muchas familias y para que la adquisición de un sistema de energía solar no constituya barrera alguna sugiere lo siguiente: ‘El cambio a la energía limpia tendría que ser accesible para todos. Es tarea del Gobierno para incentivarlo y no sólo los bancos que ofrecen su crédito verde para tal propósito. El apoyo a la introducción de la energía renovable en el hogar, el comercio y la industria tendría que ser más institucionalizado, con subvenciones estatales como parte integral de una cultura ecológica,’ opina.